jueves, 7 de mayo de 2009

Una mona en el Auditorio Nacional

La música clásica llega a mi mundo
Hoy ha sido la primera vez que he ido a un concierto de música instrumental y la primera vez que he ido al Auditorio Nacional. El primer problema que se me plantea es qué me pongo, después de pensarlo durante un rato me decido por un vestido de lo más normal, verde, y que me pongo bastante a menudo, por lo que mi intento de ir elegante ha sido completamente fallido.
Cruz del rayo, dónde estará esa parada de metro…línea morada, o para los daltónicos línea 9. 4 bocas de salida, elijo la equivocada y espero 10 minutos hasta que me entero de que la entrada es otra. Cuando todo apuntaba a que iba a ser una tarde horrorosa en la que a pesar de hacer sol y calor tenía que estar 2 horas encerrada en un auditorio, para mi sorpresa el concierto me encantó.

La sesión estaba compuesta de tres partes en las que se interpretó música del compositor ruso Dimitri Shostakovich. Shostakovich que nació en Moscú en 1906, sobrevivió al régimen comunista como pudo con alguna que otra denuncia; le gustaba leer a Chèjov y escuchar a Bach y a Beethoven. Las convulsiones políticas del momento que le tocó vivir y la particularidad de su carácter quedaron plasmadas en su música, convirtiéndola en una gama de contrastes tanto en tonos como en el ritmo.

Cercana a la vanguardia y con posterior influencia romántica y de la música rusa, de la obra del compositor destacan sus ciclos de 15 sinfonías y sus cuartetos para cuerda, que el Auditorio Nacional ha querido acercar a sus espectadores.
Desde mi butaca de zona A veo a Alexei Volodin, un reconocido pianista nacido en 1977 en San Petersburgo, de chaqué comienza a interpretar 24 preludios para piano. Desde mi profundo desconocimiento puedo decir que ninguna pieza se parecía a otra y que ante la afirmación de mucha gente de que la música clásica está bien dependiendo del ánimo, con unas me sentía super contenta para ponerme triste después, así que ya puedo decir que esto no es válido para mi. Volodin se sabía de memoria las notas y el orden de las piezas por lo que no tuvo que usar partitura.

Todavía antes del descanso llego el Cuarteto Casals, que interpretó el cuarteto para cuerda número 7 en fa sostenido menor. Dos violines, una viola y un violonchelo hablaban entre ellos. Vera Martínez con un vestido de gala rojo, y los tres componentes masculinos, Jonathan Brown, Abel y Arnau Tomás con traje negro. El escenario estaba lleno de choques visuales y acústicos.
Después de la pausa, quinteto para piano y cuerda en sol menor. Compuesto de 5 partes que iban de lento a rápido para volver a lento y acabar en rápido, cada uno de los músicos y el quinteto en su totalidad brilló por la interpretación. La fusión del estilo neoclásico con el barroco, la ironía y la falsa simplicidad de Shostakovich hicieron aplaudir al Auditorio durante largo rato

A la gente le ha gustado y a mi más porque a parte de disfrutar del concierto como el resto me he acercado por primera vez a algo completamente desconocido para mi, espero repetir aunque todavía me quede mucho por aprender.

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