lunes, 20 de abril de 2009

Una casa en el fin del mundo


Está claro que todos querríamos una casa en el fin del mundo aunque sólo fuera para irnos unos días de vacaciones, pero la cosa se complica cuando en esta casa, esté donde esté, viven dos hombres, una mujer y la hija de todos.
Está claro que a una combinación así a la que además se le suman drogas no iba a salir nada bien.

La película del director Michael Mayer plantea una historia que se desarrolla entre los años 60 y 90, la libertad y el amor se mezclan con los problemas y el sida. Un mensaje de felicidad que recibe el duro castigo de la enfermedad.

Collin Farrell encarna a un niño que pierde a toda su familia y se cobija en la de su mejor amigo, Dallas Robert . Su relación será como de hermanos pero con un componente sexual, algo un pelín perverso. Robin Wright Penn en el papel de Clare les hará plantearse de nuevo toda su vida.

Una idea que parecía muy interesante al principio, pero demasiado dramática en el transcurso; los ideales tradicionales y la moral impuesta triunfan otra vez en esta obra que parecía querer romper con todos los valores preconcebidos.

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